El quería ver películas y terminé follandolo con mi gran culo. Leche al final

El pequeño culo de Ana siempre ha sido una tentación para mi, y al verla con esa minifalda ajustada, no pude resistir la tentación. Ella estaba viendo una película en su sofá, y aunque no lo sabía, yo estaba a punto de hacer que su noche se transformara en una experiencia inolvidable. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba a ella, mi miembro ya estaba duro y listo para darle lo que realmente quería. Ana se dio cuenta de mi presencia y me miró con curiosidad, pero cuando vio la lujuria en mis ojos, su curiosidad se convirtió en excitación. No podía creer lo que estaba a punto de ocurrir, pero no iba a dejar pasar esta oportunidad. Me acerqué a ella lentamente, rozando su cuerpo con el mío, sintiendo el calor de su piel y la suavidad de sus curvas. Ana se dejó llevar por el momento, y sin decir una palabra, se levantó y me llevó a su habitación. Una vez allí, comenzó a desvestirse lentamente, mostrándome cada centímetro de su cuerpo. Mi respiración se volvió más rápida y mi miembro se volvió aún más duro. Su culo, tan pequeño y redondo, era una visión que no podía dejar de admirar. Ana, con una sonrisa traviesa, se dio la vuelta y me mostró su trasero, invitándome a tocarlo. No me lo pensé dos veces y empecé a masajearlo, sintiendo su suavidad y su firmeza. Ana gimió de placer y se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en la cama. Sabía lo que quería, y no iba a defraudarla. Me acerqué a ella por detrás y empecé a penetrarla, sintiendo cómo su culo se ajustaba perfectamente a mi miembro. Ana gritaba de placer y yo no podía evitar moverme más rápido, disfrutando de cada momento. La sensación de su cuerpo alrededor de mi pene era increíble, y pronto sentí que la tensión en mi cuerpo comenzaba a aumentar. Ana también estaba cerca, y con un último gemido, ambos alcanzamos el clímax juntos. La leche salió de mi cuerpo, cayendo sobre su culo y sus nalgas. Ana, aunque satisfecha, no estaba lista para que terminara. Con una sonrisa traviesa, se dio la vuelta y se arrodilló frente a mí, tomando mi miembro en su boca. No podía creer lo que estaba haciendo, pero me dejé llevar por el momento. Ana chupaba y lamía mi pene con una pasión que me dejaba sin aliento. Sentí que mi cuerpo volvía a tensarse y con un último gemido, liberé una nueva carga de leche en su boca. Ana tragó todo, mirándome con una sonrisa satisfecha. Sabíamos que esa noche había sido especial, y que recordaríamos siempre ese momento de placer y pasión.